El documental japonés «Black Box Diaries», nominado al Óscar, ha generado controversias relativas a su contenido y enfoque. Bajo la dirección de la periodista Shiori Itō, esta película relata su vivencia personal como víctima de agresión sexual por parte de Noriyuki Yamaguchi, un prominente periodista japonés. A pesar de su reconocimiento a nivel mundial y exhibición en 57 naciones, el documental ha recibido críticas en Japón por utilizar grabaciones sin el consentimiento de las personas implicadas.
Itō ha admitido estas inquietudes y ha publicado un comunicado pidiendo disculpas por el uso de material sin autorización. Se ha comprometido a alterar las partes necesarias para asegurar que las personas no puedan ser identificadas en proyecciones posteriores. En su declaración, subrayó: «En la versión más reciente se ha hecho todo lo posible para que las personas no sean identificables. Me aseguraré de realizar los cambios indispensables para las futuras exhibiciones internacionales».
El documental mezcla videos personales y testimonios genuinos que narran el extenso proceso legal de más de ocho años que Itō atravesó en su búsqueda de justicia. Algunas de estas grabaciones se realizaron de manera oculta o sin el conocimiento de los participantes, lo cual ha provocado controversia respecto a la ética periodística y la protección de las fuentes. Un colectivo de abogados, incluidos dos que formaron parte del equipo legal de Itō en su caso contra Yamaguchi, afirman que la periodista ha «violado los derechos humanos» de quienes aparecen sin consentimiento y que «no respetó la ética periodística al no proteger a sus fuentes».
Una de las escenas más discutidas del documental muestra imágenes captadas por una cámara de seguridad del hotel donde tuvo lugar la agresión. En estas se puede ver a Yamaguchi sacando a Itō, visiblemente incapacitada, de un taxi y llevándola hacia el interior del lugar. Los críticos sostienen que estas tomas se emplearon sin el consentimiento del hotel ni de las personas filmadas. Itō defendió su inclusión, afirmando que son «fundamentales» para ilustrar la realidad de la violencia sexual y que constituyen «la única evidencia visual» de lo sucedido. Aseguró que se dio prioridad «al interés público» al decidir utilizarlas.
El caso de Shiori Itō ha sido un referente en Japón, poniendo de relieve las dificultades que enfrentan las víctimas de agresión sexual en un entorno legal y social que, tradicionalmente, ha sido poco receptivo a sus denuncias. Su decisión de hacer pública su experiencia en 2017 fue un impulsor para el movimiento #MeToo en la nación, desafiando normas culturales profundamente enraizadas que suelen silenciar a las víctimas. A raíz de su caso y la atención mediática que generó, en 2023 el Parlamento japonés llevó a cabo reformas importantes en la legislación sobre delitos sexuales. Estas modificaciones incluyeron una nueva definición de violación, eliminando la necesidad de demostrar violencia y centrándose en la falta de consentimiento, entre otros cambios.
El caso de Shiori Itō ha sido emblemático en Japón, destacando las dificultades que enfrentan las víctimas de agresión sexual en un sistema legal y social que, históricamente, ha sido poco receptivo a sus denuncias. Su valentía al hacer pública su experiencia en 2017 fue un catalizador para el movimiento #MeToo en el país, desafiando normas culturales profundamente arraigadas que tienden a silenciar a las víctimas. A raíz de su caso y la atención mediática que generó, en 2023 el Parlamento japonés implementó reformas significativas en la legislación sobre delitos sexuales. Estas modificaciones incluyeron redefinir la violación, eliminando el requisito de demostrar violencia y enfocándose en la ausencia de consentimiento, entre otros cambios.
A pesar de estos avances legales, Itō continúa enfrentando desafíos en su país natal. El documental aún no se ha proyectado en cines japoneses debido a la controversia y las críticas mencionadas. Además, su agresor, Yamaguchi, nunca fue arrestado y solo recibió una condena civil que lo obliga a indemnizar económicamente a Itō. Este hecho subraya las persistentes barreras que enfrentan las víctimas de agresión sexual en Japón, tanto en el ámbito legal como en el social.
La situación de Shiori Itō pone de manifiesto la complejidad de abordar temas de violencia sexual en sociedades con estructuras patriarcales y sistemas legales que históricamente han desestimado las experiencias de las víctimas. Aunque su caso ha impulsado reformas y ha generado un diálogo necesario sobre la violencia de género en Japón, también evidencia las resistencias y desafíos que persisten en la sociedad japonesa para aceptar y apoyar plenamente a quienes denuncian estos crímenes.